"No hay que regalar las palabras nobles a los canallas" Osvaldo Soriano

"No hay que regalar las palabras nobles a los canallas"  Osvaldo Soriano
VIERNES - 7 pm - www.fmurquiza.com - FM 91.7

CIELO Y TIERRA en la Blogosfera

Hemos creado este blog, a partir de nuestro programa de radio "Cielo y Tierra", para intercambiar reflexiones, experiencias y propuestas.

Nuestra esperanza es que este encuentro favorezca la construcción conjunta de una comunidad sostenida por la solidaridad, el respeto mutuo, la promoción de los derechos humanos y la mejora en el sistema político en favor de una democracia plena.
Intentamos por Cielo y Tierra:

* Despertar la solidaridad, la reflexión, la toma de conciencia y el respeto mutuo, como ejes de una convivencia social en armonía, equidad y justicia.
* Fortalecer el juicio crítico y la conciencia social
* Difundir el pensamiento mariteniano aplicado a diferentes perspectivas que componen la sociedad, (cultura, política, economía, salud, ciencia y tecnología, diálogo ecuménico e inter-religioso)

Hagamos del encuentro una oportunidad para conocernos, enriquecernos y hacer posible una sociedad mejor para todos.
Te esperamos todos los viernes a las 7 de la tarde en www.fmurquiza.com FM 91.7 para compartir una charla entre amigos, acompañada de muy buena música étnica y literatura en nuestro idioma.

Claudia Santalla y Giselle Zarlenga

lunes, 25 de febrero de 2008

Último Brote de Fiebre Amarilla en Buenos Aires en 1871

El bro­te que diez­mó a Bue­nos Ai­res
Una de las peo­res tra­ge­dias que pa­de­ció la Ciu­dad de Bue­nos Ai­res la pro­vo­có una epi­de­mia de fie­bre ama­ri­lla que se aba­tió so­bre los por­te­ños en 1871.En aque­lla opor­tu­ni­dad el de­no­mi­na­do ‘vó­mi­to ne­gro’ -lla­ma­do así por las he­mo­rra­gias que pro­du­cía a ni­vel gas­troin­tes­ti­nal- cau­só la muer­te de ca­si 14 mil per­so­nas, se­gún la in­for­ma­ción de esa épo­ca.En aquel tiem­po Bue­nos Ai­res al­ber­ga­ba a cer­ca de 190 mil per­so­nas. Con­ta­ba con su pri­mer tran­vía. Ya se ha­bía fun­da­do la com­pa­ñía de Gas y el Ban­co Na­cio­nalAun­que la ciu­dad cre­cía a un rit­mo pu­jan­te, la olea­da de nue­vos po­bla­do­res mos­tra­ba tam­bién su cos­ta­do os­cu­ro: la po­ca lim­pie­za que ha­bía en las ca­lles y en las ca­sas pre­ca­rias que le­van­ta­ban los in­mi­gran­tes. Otro cau­san­te ha­bría si­do la pre­sen­cia de hom­bres in­fec­ta­dos que lle­ga­ban de la gue­rra del Pa­ra­guay. El ca­si ine­xis­ten­te sis­te­ma de eli­mi­na­ción de de­se­chos ur­ba­nos y la ex­tac­ción de agua de po­zos mu­chas ve­ces con­ta­mi­na­dos sir­vie­ron co­mo cal­do de cul­ti­vo pa­ra que se de­sa­ta­ra la en­fer­me­dad.Los tres pri­me­ros ca­sos se re­gis­tra­ron ha­cia fin de ene­ro en el ba­rrio de San Tel­mo. El bro­te se pro­pa­gó des­de esa zo­na de la ciu­dad rá­pi­da­men­te ha­cia el nor­te.A co­mien­zos de mar­zo se su­pri­me­ron los bai­les y tam­bién las cla­ses en es­cue­las y la uni­ver­si­dad. A me­dia­dos de ese mes la si­tua­ción se des­bor­da: fa­lle­cen ca­si cien per­so­nas dia­rias.Mu­chos po­bla­do­res de­ci­den aban­do­nar la ciu­dad. Los hos­pi­ta­les ge­ne­ra­les de Hom­bres y de Mu­je­res, el Ita­lia­no y la Ca­sa de Ex­pó­si­tos (Ca­sa Cu­na) no dan abas­to con to­dos los en­fer­mos que col­man su ca­pa­ci­dad. Mien­tras tan­to, se im­pi­de la sa­li­da y en­tra­da des­de el puer­to por­te­ño y mu­chas pro­vin­cias le cie­rran el in­gre­so a los po­bla­do­res de la Ciu­dad.La gran can­ti­dad de víc­ti­mas fa­ta­les obli­ga a inau­gu­rar fo­sas co­lec­ti­vas. Co­mo el ce­men­te­rio de la ciu­dad -ubi­ca­do en aquel tiem­po en ave­ni­da Ca­se­ros al 2300- que­da col­ma­do, el mu­ni­ci­pio com­pra tie­rra e inau­gu­ra el ac­tual­men­te co­no­ci­do co­mo el de Cha­ca­ri­ta.Seis me­ses des­pues del pri­mer ca­so la en­fer­me­dad pa­sa a ser ca­si un re­cuer­do. Sin em­bar­go, ha­brá de­ja­do una mar­ca im­bo­rra­ble pa­ra los ha­bi­tan­tes de aquel tiem­po y al­gu­nos ar­tis­tas, co­mo el pin­tor Juan Ma­nuel Bla­nes, quien con su obra ‘Epi­so­dio de la fie­bre ama­ri­lla’ re­tra­tó aquel tiem­po os­cu­ro pa­ra los por­te­ños.
La me­jor pre­ven­ción pa­ra no con­ta­giar­se la Fie­bre Ama­ri­lla es la apli­ca­ción de la va­cu­na. ‘‘La va­cu­na con­tra la fie­bre ama­ri­lla exis­te des­de 1927 así que es­tá muy bien pro­ba­da co­mo efec­ti­va’’, con­tó el pro­fe­sio­nal.El pro­ble­ma, di­jo el mé­di­co, es que la gen­te le­yó la no­ti­cia y hu­bo mu­cha con­fu­sión. ‘‘La va­cu­na no de­be dar­se pa­ra ir a cual­quier par­te de Bra­sil. Es pa­ra zo­nas en­dé­mi­cas, don­de es­tá ac­ti­vo el vi­rus, en lu­ga­res cer­ca­nos al Ama­zo­nas’’, ex­pli­có.
Fuente: Viva Paraguay, Ser­gio Li­mi­ros­ki

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