"No hay que regalar las palabras nobles a los canallas" Osvaldo Soriano

"No hay que regalar las palabras nobles a los canallas"  Osvaldo Soriano
VIERNES - 7 pm - www.fmurquiza.com - FM 91.7

CIELO Y TIERRA en la Blogosfera

Hemos creado este blog, a partir de nuestro programa de radio "Cielo y Tierra", para intercambiar reflexiones, experiencias y propuestas.

Nuestra esperanza es que este encuentro favorezca la construcción conjunta de una comunidad sostenida por la solidaridad, el respeto mutuo, la promoción de los derechos humanos y la mejora en el sistema político en favor de una democracia plena.
Intentamos por Cielo y Tierra:

* Despertar la solidaridad, la reflexión, la toma de conciencia y el respeto mutuo, como ejes de una convivencia social en armonía, equidad y justicia.
* Fortalecer el juicio crítico y la conciencia social
* Difundir el pensamiento mariteniano aplicado a diferentes perspectivas que componen la sociedad, (cultura, política, economía, salud, ciencia y tecnología, diálogo ecuménico e inter-religioso)

Hagamos del encuentro una oportunidad para conocernos, enriquecernos y hacer posible una sociedad mejor para todos.
Te esperamos todos los viernes a las 7 de la tarde en www.fmurquiza.com FM 91.7 para compartir una charla entre amigos, acompañada de muy buena música étnica y literatura en nuestro idioma.

Claudia Santalla y Giselle Zarlenga

miércoles, 31 de enero de 2007

Renovación de Compromisos

Pareciera estar gestándose y consolidándose, una forma de civilización que se caracteriza por la gran falta de amor en el mundo, permitiendo la instalación con mayor fuerza, de una concepción materialista del hombre y la misma vida humana. Además, debemos observar los estragos que en el plano social está produciendo la globalización neoliberal, transformando a todas las actividades, incluidas las pertenecientes a los derechos fundamentales de la educación y la cultura, en objetos de mercado, en mercancías y fuentes de beneficios.

Esto nos permite apreciar el distanciamiento cada vez más profundo, de lo que soñaba Jacques Maritain, hace casi tres cuartos de siglo cuando en su obra Humanismo Integral, se refería a un gran renacimiento cristiano “no sólo entre un núcleo selecto de intelectuales sino en la masa popular”; a menos que quienes todavía soñamos con la recuperación de los valores esenciales del cristianismo, la dignidad, el amor al prójimo, la equidad, la justicia, seamos capaces de llevar a cabo un esfuerzo militante, centrado en objetivos claros que conduzcan al nacimiento de nuevas formas políticas y de vida. Formas políticas que suponen cambios más radicales y complejos que los que a menudo se sugieren tras la palabra “revolución”; por cuanto de algún modo, se trata de rehacer la civilización a la que solemos llamar “occidental y cristiana” de manera total, restableciendo la primacía vital de la calidad sobre la cantidad, del trabajo sobre el dinero, de lo humano sobre lo técnico, de la sabiduría sobre la ciencia, del servicio común a las personas humanas sobre la codicia individual de enriquecimiento indefinido o la ambición estatal del poderío ilimitado.

Entonces, cabe reflexionar si necesario seguir esperando que se acentúen las diferencias entre países, a través del mal llamado “choque de civilizaciones”, de la creación artificial de conflictos étnicos, religiosos y hasta ambientales, cuyo objeto primordial es impedir la convivencia en paz y alimentar en gran medida el bienestar de importantes sectores de los países ricos, para darnos cuenta de que resulta impostergable asumir nuestra condición de verdaderos cristianos, generando e impulsando alternativas de cambios que respondan a las verdaderas necesidades de nuestros pueblos.

De alguna manera, la reciente visita de Benedicto XVI a Turquía y su aproximación al islamismo y a los credos ortodoxos, invitándonos a trabajar juntos teniendo en consideración “la difícil situación que atraviesa nuestro mundo” debido a la pobreza y a los conflictos internos, constituye un ejemplo inverso, es decir, una evidente manera de contrarrestar las influencias que ejercen sobre las naciones las políticas económicas e imperiales que sólo persiguen dominar el mundo y someterlo a sus propias e insaciables ambiciones.

El Papa ha declarado que el mundo necesita que cristianos y musulmanes se respeten, se estimen y den testimonio de amor y trabajo conjunto para la gloria de Dios y también para el bien de los hombres y también que la división entre los cristianos “constituye un escándalo para el mundo”.

De igual modo, el documento firmado por Benedicto XVI y Bartolomé I, Patriarca Ecuménico de Constantinopla”, es un texto que invita a la reflexión, en el que católicos y ortodoxos han afirmado de manera conjunta que han dirigido su mirada a los lugares del mundo donde viven los cristianos y a las dificultades que estos afrontan con especial mención de la pobreza la guerra y el terrorismo, sin olvidar a las diferentes formas de explotación de los pobres, las mujeres, los niños y los inmigrantes. Apelan a la base sólida para la predicación y la acción común que ofrecen sus tradiciones teológicas y éticas y reafirman que la matanza de los inocentes en el nombre de Dios sólo constituye una ofensa hacia la divinidad y la dignidad humana. Cabe destacar que ambos instan a comprometerse en la renovación de la entrega al servicio del hombre y por la defensa de la vida en todo ser humano.

Estos párrafos no sólo deben invitarnos a la reflexión sino a un compromiso activo con la sociedad a la que pertenecemos. Los cristianos estamos en deuda, los cristianos estamos en falta.

También nuestras instituciones sociales, culturales, políticas y católicas – iglesias, colegios, universidades – deberían hacer un profundo acto de contrición y asumir sus responsabilidades en los fracasos de una tarea que no ha sido capaz de anidar profundamente en los corazones que no logran diferenciarse en lo más mínimo de ateos, agnósticos o iconoclastas entre los que paradójicamente suelen encontrarse almas mucho más sensibles al dolor y a los problemas de los demás seres humanos.

Por otra parte no se trata sólo de ejercer la caridad, dando de aquello que nos está de más, sin de ejercer una caridad con justicia, es decir una “caridad justa” con “justicia caritativa”.... trabajar por cambiar las injustas estructuras que han venido consolidándose, restituyendo la dignidad a nuestros semejantes, de luchar por la erradicación de las injusticias y de empeñarnos por dar ejemplo de verdadero cristianismo.

Involucrarse en los movimientos sociales es la tarea y el compromiso, pero desde hace algunos años son además la más clara manifestación del disconformismo existente en amplias capas de nuestra sociedad y en los que si no nos insertamos, les estaremos dejando el camino expedito y servida en bandeja, una sociedad en óptimas condiciones para aceptar las propuestas de algunos extremismos que no dejan de rondar y que tampoco dejarán escapar la menor oportunidad para imponerse.

Si aun creemos en la democracia, no sólo como forma de gobierno, sino y esencialmente como una verdadera forma y estilo de vida. Si además tenemos en cuenta que una auténtica cultura democrática nos habilita para participar y comprometernos en la definición del futuro de la comunidad dentro de las tradiciones, valores e instituciones orientadas a la legitimidad y a la participación.

Desde allí hagamos que se cumplan sus principios: la división de poderes, la subsidiaridad del estado, la igualdad de oportunidades, la libertad de prensa, la justicia, la primacía del bien común, el respeto por los derechos humanos, el acceso indiscriminado a la salud, a la educación, a la vivienda, el uso sustentable de nuestros recursos naturales, etc.

Esta debe ser en el orden social, nuestra mejor contribución al espíritu solidario que Cristo predicó y nuestra más honesta manifestación de fe. Otra cosa merecería sólo llamarse hipocresía.


Emilio Risté
(Editorial correspondiente a la Emisión del día 05.12.2006, del programa radial Cielo y Tierra)

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